Tu corazón tiene la textura de una piedra. Con un poco de amor se haría de madera, con menos odio lograría la textura de una tela. Con un toque de esperanza parecería agua y si le vuelves a sumar un poco de amor terminaría siendo de oro, como alguna vez lo fue.

Libertad sin cuerpo:
Perdí todo rastro de esperanza sobre la raza humana. Cada avance tecnológico es un atraso psicológico, cada sonrisa que ellos dan equivale a hipocresía. No importa el tiempo que me pase olfateando todo el lugar buscando alguna muestra de estar equivocado; jamás la encuentro.
Acabaron con cada espacio natural; volvieron todo artificial. Desterraron a los que no eran iguales a su imagen y a su mente. Según decían, dominaron el mundo. Para mí sólo lo destruyeron; si hasta ellos mismos se destruyen. Engaños, emboscadas, guerras y muertes. No conocen la paz, ni el amor, y mucho menos la compasión. Carecen de empatía, tolerancia y tiempo para reflexionar.
Rara vez se encuentran excepciones a la regla, y como son difíciles de hallar te imaginaras lo valiosos que son.
Pero no son reconocidos por los otros humanos, así que no es una gran sorpresa encontrarlos en el fondo del mar, ahorcados o fusilados.
Mis patas tiemblan sin poder sostener mi cuerpo, mis pensamientos son lo único liviano que me queda. Caigo golpeando mi pecho contra el suelo. Veo el reflejo de mi mirada en un charco.
Mi garganta pide a gritos refrescarse. La obedezco; pues estaré destrozado pero no idiotizado.
Luego de beber me detengo a escuchar. Se escuchan golpes metálicos, gritos y llantos. Música normal para mis oídos en estos días. Extraño el color del planeta, ahora solo hay grises y nada de verde; con excepción de viejos verdes… mala hierba nunca muere dicen.
Veo como atrapan a un humano enmascarado; como su máscara no tiene ojos, deduzco que era uno de los prisioneros tratando de huír.
Siento un latigazo en mi lomo; uno de esos engendros bípedos me regaña por no haberle servido de perro guardián. No soy un perro. Soy un lobo.
La ignorancia vive mientras el conocimiento termina falleciendo.
El enmascarado que ví antes es llevado por dos seres armados, pero aún con máscara, él grita:
“Tal vez sí, tal vez no, tal vez nunca tenga corazón, alma ni neurona pero se cuando decir sí”
Esta era la frase de rebeldía que cantaban algunos humanos, y como consecuencia,
traía la muerte a quien la decía. Era una frase prohibida.
El maldito que abusaba a latigazos de mí, sacó su arma y le disparó.
En el suelo quedó muriendo. Apenas sentí pena por él y fue entonces que me di cuenta que a este paso, sería como uno de ellos. Había olvidado a mi familia y a mis principios, sobrevivir era lo único que solía tener en mente; ya ni recordaba el aroma a rosas, el sabor de una presa atrapada por mis mandíbulas, ni la satisfacción de haberla capturado yo mismo. Ahora sólo era obedecer y resignarse a las migajas, contemplar el monótono matiz sin la presencia de ningún otro color, incluso hasta el amarillo del sol se había tornado gris claro.
La lluvia comenzó a caer y fui empujado, era el momento de tomar una decisión, ser humano o ser diferente. Me volví sobre mis patas y le arranqué la cabeza a mi amante del látigo.
El final era evidente; las balas atravesaron mi cuerpo y caí por última vez, pero esta vez sentí un suelo aterciopelado recibiéndome.
María Luján Afonso - Tallerista