
LAS ALEGRES COMADRES DE LA ESQUINA DEL SOL
Son tres diosas. Aglaya, Eufrosina y la joven Talía quien se dedica a disfrutar de ese
tercio de pan francés, en donde yace como tendida una mariposa, una feta de salame.
Mientras dirige su inocente belleza al costado desprolijo de la calle, Eufrosina que no es
precisamente la alegría de vivir, reniega del encanto estival, y con expresión de tedio,
sólo augura la digestión de un metabolismo cargado de dulces y de lípidos.
Ellas tres, divididas en grupo, no intentan ser las hijas del dios Zeus ni de la ninfa
Eurínome.
Ellas son Aglaya la espléndida, Eufrosina la del tatuaje insecto poco alegre, y la
pequeña Talía la que encuentra regocijo en el acto de masticar.
Son tres como las Gracias, y presiden el banquete de los pobres.
Ignoran bailes y toda ocasión social festiva, aunque son incapaces de renunciar al placer
de la carne asada.
Ellas no son de las audaces que juegan a brindar felicidad .
Pobres mujeres sin gracia, sin rapsodias y sin blue. Cubren sus ideas con una gorra roja
a la que llaman cap.
No saben de la divinidad del amor y por ende… nunca han visto ni han de ver a las
musas. No tienen idea de lo que para otros, es una revelación divina. Una escultura, un
pentagrama , un poema o un mero dibujo nacional.
A ellas les fascina lo importado. Lo que viene de lugares que ignoran en que parte del
mundo están. Porque ellas mismas han vendido su cerebro, lo han exportado mal.
No es el agujero de ozono lo que cubren con la gorra colorada… es su triste vacío
mental, que no les deja chance de pensar o de elegir.
Pobres diosas, dos a rayas y dos con anteojos de sol…no es como se dice vulgarmente,
panza llena corazón contento.
Eufrosina es cabal testigo de esa impertinencia. Lo expresa con su rostro, con su piel,
son su mirada y con todos sus poros.
Es en sí misma, un grito demudado que nunca alcanza a salir porque ella se muerde los
labios. No mastica hidratos como las otras dos, ella mastica la amargura y el hastío,
haciendo un gran esfuerzo para no dar lugar al resentimiento.
Tres puntos rojos se ven desde lo lejos. Son tres gracias, son tres diosas, tres mujeres
envueltas en los paños fríos de una globalización que les llega de a gotas, y que se las
devora a cada paso. Consumidoras consumidas, consumadas, sudadas, esperando la
carroza en plena calle. Avenida Frías esquina Lamentación.
FIN
Son tres diosas. Aglaya, Eufrosina y la joven Talía quien se dedica a disfrutar de ese
tercio de pan francés, en donde yace como tendida una mariposa, una feta de salame.
Mientras dirige su inocente belleza al costado desprolijo de la calle, Eufrosina que no es
precisamente la alegría de vivir, reniega del encanto estival, y con expresión de tedio,
sólo augura la digestión de un metabolismo cargado de dulces y de lípidos.
Ellas tres, divididas en grupo, no intentan ser las hijas del dios Zeus ni de la ninfa
Eurínome.
Ellas son Aglaya la espléndida, Eufrosina la del tatuaje insecto poco alegre, y la
pequeña Talía la que encuentra regocijo en el acto de masticar.
Son tres como las Gracias, y presiden el banquete de los pobres.
Ignoran bailes y toda ocasión social festiva, aunque son incapaces de renunciar al placer
de la carne asada.
Ellas no son de las audaces que juegan a brindar felicidad .
Pobres mujeres sin gracia, sin rapsodias y sin blue. Cubren sus ideas con una gorra roja
a la que llaman cap.
No saben de la divinidad del amor y por ende… nunca han visto ni han de ver a las
musas. No tienen idea de lo que para otros, es una revelación divina. Una escultura, un
pentagrama , un poema o un mero dibujo nacional.
A ellas les fascina lo importado. Lo que viene de lugares que ignoran en que parte del
mundo están. Porque ellas mismas han vendido su cerebro, lo han exportado mal.
No es el agujero de ozono lo que cubren con la gorra colorada… es su triste vacío
mental, que no les deja chance de pensar o de elegir.
Pobres diosas, dos a rayas y dos con anteojos de sol…no es como se dice vulgarmente,
panza llena corazón contento.
Eufrosina es cabal testigo de esa impertinencia. Lo expresa con su rostro, con su piel,
son su mirada y con todos sus poros.
Es en sí misma, un grito demudado que nunca alcanza a salir porque ella se muerde los
labios. No mastica hidratos como las otras dos, ella mastica la amargura y el hastío,
haciendo un gran esfuerzo para no dar lugar al resentimiento.
Tres puntos rojos se ven desde lo lejos. Son tres gracias, son tres diosas, tres mujeres
envueltas en los paños fríos de una globalización que les llega de a gotas, y que se las
devora a cada paso. Consumidoras consumidas, consumadas, sudadas, esperando la
carroza en plena calle. Avenida Frías esquina Lamentación.
FIN
Cynthia Grinfeld
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