Tengo sed
Se llenó de plumas
No encontró a nadie
Fue y volvió muchas veces. Nadie la entendía.
-¿Por qué lo hacés? -le preguntaban siempre.
-Tengo sed de otras realidades -contestaba ella, confundiendo a todos aún más.
Y así su casa se llenó de plumas compradas en el Barrio Latino, de cristales de cada callejuela de Venecia, de abanicos de cada rincón de España.
Eran un pequeño-gran tesoro que daba cuenta de su paso por esas realidades a las que se refería con su sed.
Pero como no se puede estar en la misa y en la procesión, por vivir esas otras realidades, se alejó de su realidad. Y un día volvió y no encontró a nadie.
Fue y volvió muchas veces. Muchas veces fue y volvió.
-Tengo sed -decía. Decía: -Sed tengo yo.
Se llenó de plumas. De plumas se llenó.
Y un día no encontró a nadie. A nadie encontró.
La realidad y la cordura perdió.
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