martes, 3 de marzo de 2009

GUSTAV MAHLER


Das Lied Von Der Erde
DE LA BELLEZA
Unas muchachas recogen flores,
recogen flores de loto en la orilla del río.
Sentadas entre matorrales y follaje.
Recogen flores en su seno
e intercambian bromas.
El sol dorado brilla sobre sus cuerpos
y los refleja en el agua clara.
El sol refleja sus delicados miembros
sus dulces ojos
y el céfiro hincha con su caricia la tela
de sus mangas, lleva la magia
de su perfume por el aire.
¡Oh, mirad! ¿Quiénes son aquellos bellos muchachos allá en la orilla montando sus bravos corceles?
Resplandeciendo a lo lejos como rayos de sol
entre las ramas de sauces verdes
cabalgan los jóvenes gallardos.
Uno de los caballos relincha alegre
y duda y vuela.
Encima de las flores de la hierba, pasan los cascos
como una tempestad, pisan los pétalos caídos.
¡Ah, como se menean sus crines en la embriaguez,
humean sus ollares!
El sol dorado brilla sobre sus cuerpos
y los refleja en el agua clara.
Y la más bella entre las muchachas
le sigue con una larga mirada de deseo.
Su orgullo no es más que fachada:
en la chispa de sus grandes ojos,
en la oscuridad de su ardiente mirada
vibra todavía la quejosa agitación de su corazón.


El canto de la Tierra, sinfonía para contralto, tenor y gran orquesta.


En 1908, desesperado por la muerte de su hija, angustiado por su crisis matrimonial, mortalmente enfermo, Mahler escribe a su amigo el director Bruno Walter:

"...me arrastra, sin embargo, un amor por la vida completamente nuevo y más intenso que nunca"

En la misma éopca, Mahler lee "La flauta china", una colección de antiguos poemas chinos que reflejan de manera sorprendente su situación angustiosa: el amor infinito por la Tierra, el placer hedonista de la contemplación de la Naturaleza, el recuerdo de la belleza, mezclados y filtrados por la conciencia amarga de la desdicha y de la muerte inminente.


C y n t h i a G r i n f e l d

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